Este texto es una recopilación de una extraña llamada realizada a una estación de policía abandonada, hace varias décadas atrás.
”Lo recuerdo muy bien, fue en aquella época de guerras civiles, oh, como podría olvidarlo, no, nunca lo haría.
Me encontraba en mi casa como cada domingo por la noche, ya que trabajaba de lunes a sábado todo el día y parte de la noche. Los domingos salía más temprano. Todo iba igual que siempre, yo regresaba del trabajo, besaba a mi querido esposo e iba al cuarto de Tim y Molly, mis dos pequeños hijos. Ambos era rubios, sí, lo recuerdo perfectamente. Molly era la mayor, últimamente había estado muy callada, tenía 7 años y Tim sólo contaba con 5, a ambos los amaba con gran pasión. Luego, me dirigía a la cocina por un poco de café, menos de dos cucharadas de azúcar, lo recuerdo muy bien. Me senté en el sofá cerca de la fogata, todo iba bien, oh sí, hasta que el reloj de la pared dio las 12 de la madrugada, era mi hora de dormir. Pero ésta vez, algo me detuvo, no era una sombra, no, podía observar su carita de ángel, con una pequeña y diabólica sonrisa. Se encontraba parado en el pasillo, impidiendo la entrada a mi recámara. Lo reconocía perfectamente, era mi pequeño y adorado Tim. Él extendió su frágil brazo hacia mí, y me tomó de la mano, lo podía escuchar cantar, era aquella hermosa canción de cuna que le compuse a Tim cuando era tan sólo un recién nacido. Lo extraño era, que aunque estuviera cantando, sus labios no se movían. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo, yo sólo caminaba tras él mientras me conducía fuera de nuestra casa. Yo no hablaba, no sabía que decirle, me sentía hipnotizada por su rostro de bebé, mi bebé.
Mientras habría la puerta para salir al jardín, escuché un grito ahogado, era Molly, sin embargo no podía correr hacia ella, ni preguntarle qué le había ocurrido, no me sentía dueña de mi propio cuerpo. Sólo caminaba detrás de mi adorado Tim, lo recuerdo a la perfección. Nos adentramos en el bosque, se encontraba muy cerca de nuestro hogar, en ese momento, Tim volteó su rostro hacia mí y me habló:
Me encontraba en mi casa como cada domingo por la noche, ya que trabajaba de lunes a sábado todo el día y parte de la noche. Los domingos salía más temprano. Todo iba igual que siempre, yo regresaba del trabajo, besaba a mi querido esposo e iba al cuarto de Tim y Molly, mis dos pequeños hijos. Ambos era rubios, sí, lo recuerdo perfectamente. Molly era la mayor, últimamente había estado muy callada, tenía 7 años y Tim sólo contaba con 5, a ambos los amaba con gran pasión. Luego, me dirigía a la cocina por un poco de café, menos de dos cucharadas de azúcar, lo recuerdo muy bien. Me senté en el sofá cerca de la fogata, todo iba bien, oh sí, hasta que el reloj de la pared dio las 12 de la madrugada, era mi hora de dormir. Pero ésta vez, algo me detuvo, no era una sombra, no, podía observar su carita de ángel, con una pequeña y diabólica sonrisa. Se encontraba parado en el pasillo, impidiendo la entrada a mi recámara. Lo reconocía perfectamente, era mi pequeño y adorado Tim. Él extendió su frágil brazo hacia mí, y me tomó de la mano, lo podía escuchar cantar, era aquella hermosa canción de cuna que le compuse a Tim cuando era tan sólo un recién nacido. Lo extraño era, que aunque estuviera cantando, sus labios no se movían. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo, yo sólo caminaba tras él mientras me conducía fuera de nuestra casa. Yo no hablaba, no sabía que decirle, me sentía hipnotizada por su rostro de bebé, mi bebé.
Mientras habría la puerta para salir al jardín, escuché un grito ahogado, era Molly, sin embargo no podía correr hacia ella, ni preguntarle qué le había ocurrido, no me sentía dueña de mi propio cuerpo. Sólo caminaba detrás de mi adorado Tim, lo recuerdo a la perfección. Nos adentramos en el bosque, se encontraba muy cerca de nuestro hogar, en ese momento, Tim volteó su rostro hacia mí y me habló:
-’Tranquila mami, ya pronto llegaremos, tampoco te preocupes por Molly, ella ahora está en un mejor lugar’-tras decir eso, sonrió.
Quería responderle, oh, claro que lo deseaba, pero las palabras simplemente no salían de mi boca. Tim se detuvo junto a un árbol, en el que se encontraba una soga, atada a una rama.
-’Mami’-dijo Tim-’¿recuerdas el día en el que fallecí?’
De nuevo me sentí dueña de mi cuerpo, sí, eso lo recuerdo. Abrí y cerré los ojos un par de veces y le dije a mi hijo:
-’¿Qué dices, Tim?, no estás muerto, estás aquí, conmigo’
-’Sí, mami, estoy muerto. Y no lo recuerdas porque no estuviste conmigo, estabas trabajando, como cada maldito día. Yo estuve aquí, hace 12 días a las 12 de la tarde, jugando en el árbol, con esta soga. Me columpié varias veces en ella, hasta que por error y sin previó aviso, me ahorqué. Grité, pero nadie escuchó, sólo Molly lo hizo, pero ella sólo se reía de mi porque estaba atrapado en la cuerda y no podía bajarme’
-’Sí, mami, estoy muerto. Y no lo recuerdas porque no estuviste conmigo, estabas trabajando, como cada maldito día. Yo estuve aquí, hace 12 días a las 12 de la tarde, jugando en el árbol, con esta soga. Me columpié varias veces en ella, hasta que por error y sin previó aviso, me ahorqué. Grité, pero nadie escuchó, sólo Molly lo hizo, pero ella sólo se reía de mi porque estaba atrapado en la cuerda y no podía bajarme’
Hasta ese momento de su monólogo, no me había mirado, cuando lo hizo, su angelical rostro se transformó, sus pequeños ojos verdes ahora eran rojo sangre. Sus dientes eran todos colmillos afilados, con pequeñas manchas rojas. Separó su mano de la mía y de sus uñas salieron garras, con las que arrancó todo su rubio cabello, y su blanca piel, ahora era gris.
-’Me abandonaron, ahora, yo los abandonaré a ustedes’-confesó mi adorado Tim- ‘por cierto, papá nunca se enteró de mi muerte, sólo lo hizo unos pocos segundos antes de que yo lo matara, el mismo día de mi muerte. Tú sólo veías una ilusión. Y Molly, oh, mi hermana, a ella le corté la lengua, así no te hablaría de lo sucedido. Y hoy, luego de rodear su cuerpo con pólvora, prendí un fósforo, y ya te imaginarás el resto. Ya sólo me faltas tú’
Tim no me mató, oh, claro que no lo hizo. Decidió dejarme vivir con la tortura de sus recuerdos, de la imagen de mi hija quemada y de mi esposo ahogado en un pozo. Conté esta historia a muchas personas ,y ahora me encuentro aquí, sentada, con una camisa de fuerza, rodeada de paredes blancas, con una única llamada, y un pequeño demonio cantando una canción de cuna, todos los días y todas las noches”
0 comentarios:
Publicar un comentario